domingo, 1 de junio de 2008

Es así

Sientes que vuelas. Levitas por encima de las ideas racionales y entra en tus oídos una melodía equilibrada, pausada, que marca el tiempo desde dentro de tu cuerpo. Ríes, solo por el cosquilleo de la sangre cuando fluye por las venas, con una sonrisa perpetua y coqueta. Tus sentimientos no tardan retratar una sensación. Es ideal, bello y desconocido, que mueve los hilos de tu vida. Crees estar cambiando, nada explica lo que ocurre, pero te gusta.

Sigues sentado en una esquina del mundo, mirando a un horizonte dulce y anaranjado, cuando tus mejillas deciden deslumbrar con un tono bermejo y te empujan a aferrarte a esa sensación que te conmueve. Tus hombros se encogen, tu vello se eriza, y tú suspiras. Un suspiro ligero, efímero, que se pierde en la inmensidad de la luz que te rodea, pero que te transporta sin moverte del sitio a un lugar algo más cerca del Sol. Y bien, no entiendes nada. No ves mas allá de una luz infinita, cuando a lo lejos aparece un camino hacia un destino incierto…Suavemente, inesperadamente, irracionalmente te dejas arrastrar por esa curiosidad indefinida que te acaba de envolver. Estas a punto tomar un camino abierto hacia un manto de estrellas y luna. Y lentamente te detienes. Te ves recogiendo aquella razón desperdigada por tu mente. Pero no, dispersa estaba bien. Y sin el más mínimo retardo, el mismo camino que te cautivo se disipa al alcance de tus ojos.

Llegas de nuevo a tu lugar, a ese espacio que se ha creado infinito para ti. Solo tú puedes disfrutarlo. ¿No es maravilloso? La respuesta no se oye, no se pinta ni se esculpe… Se respira. Sientes ese aire en tu interior y te hace vivir. Y es que dentro de tu cuerpo tienes tantas cosas…

Aun no sabes lo que ocurre. El mundo rota bajo tus pies, las olas rompen todo mal y te sientes perfecto. Intentas pronunciar un por qué. Analizas cada cavidad, cada curvatura, cada cualidad de los sentimientos que inundan todo lo que eres…Pero tu conciencia decide privarte de tan concreta y confidencial información.

Finalmente decides agitar tus alas, haciendo volar todo lo que sientes y seguir ahí, sentado en esa esquina del mundo reservada solo para ti. No pierdes la sonrisa, ni el carmín de tus mejillas, ni el rubor.

Y es que aún no eres consciente de que estás enamorado.

0 Comments:

Estrellas que regalan su tiempo al Infinito