domingo, 16 de noviembre de 2008

Él, su persona y ella.

Ansío un beso de él.
Pero yo daría mi sangre por su persona.

Después de haber ingeniado un plan para acabar con la salida de mi cerebro por mis orejas, me he visto incapaz de cumplirlo. Descompuse mi alma en tres fuerzas: la suya, la mía y la de él, con el objetivo de que cada una tirase para su lado, pero he acabado igual que al principio; siendo regida por la resultante, otra vez.
Ayer empecé viéndolo todo más claro; sentí que su fuerza y la mía predominaban, comenzando a anular la fuerza de él. Pero el sentimiento se mantuvo hasta que cayó la noche, y después de ver Buscando a Nemo, decidí meterme en la cama, donde me tapé con mi nórdico hasta las orejas y dejando un huequecito para la nariz, como siempre. El hecho de no dormirme instantáneamente me sorprendió per se, aunque fue el sentimiento de querer un beso de él lo que me llevó a dar mil vueltas en la cama, cual péndulo de reloj cuyas agujas giran del revés y se enloquece.
-¿Por qué?- Me pregunté repetidamente. ¿Por qué tenía que sentir esa necesidad irrealizable, que no hacía más que desviarme del camino correcto, el cual ya estaba empezando a enfocar en el horizonte?
Las respuestas se ausentaron toda la noche, y de hecho, siguen sin aparecer. A veces pienso que es posible que estén escondidas, riéndose a carcajadas de mi inexperiencia, indecisión e inseguridad. Otras veces, que no aparecen porque no existen, estableciéndose como solución a los devaneos la mera degradación y putrefacción de las preguntas que me surgen.

Si es ésa la solución, será cuestión de tiempo el hecho de que desparezcan, aclarándose las aguas de mi mente, en las que a día de hoy, es imposible visualizar el fondo. Si no es así, acabaré incrementando mi ya existente locura exponencialmente, hasta alcanzar límites inexpresables.

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Estrellas que regalan su tiempo al Infinito