domingo, 22 de marzo de 2009

Peldaños de ascenso infinito


Las paredes respiraban, mientras dejaban escapar el sonido del fluir de la sangre por sus venas. Fue cuando Ella se sintió como se sienten las obras de arte. Percibía un oleaje de blancos que se asían a su piel, acompañados de entes de ébano y alas batientes en armonía. Éstos se agrupaban de cinco en cinco sobre el terreno, que cada vez más iba tomando el color de la Luna.
Pájaros de cántico galano.

Ella acogía en sus cielos cabellos lánguidos del color de las tierras puras de vida. En ese instante ésos mismos fueron sometidos al caminar del viento, que transcurría en dirección contraria al trote acompasado de un corcel. Se tornaron invictos como las crines melódicas del cuadrúpedo.
Cuerdas de alarido sereno.

La penumbra hacía cosquillas sobre sus pies, que sonreían sin parar mientras besaban la tierra en la que Él también pisaba.
Besos de quereres bitonales.

Los poros de Ella se alineaban lentamente, dando lugar a un pentagrama que, con afecto, daba cobijo a pequeñas crisálidas de tacto y sentidos. A un paso de la primavera, se abrían dichas maravillas para dejar escapar dos mariposas delicadas y primorosas. Éstas se proyectaron fugazmente hacia el lucero cuyo fulgor las había embelesado en las tardes de juegos de Venus.
Sol de brillo prolijo.

sábado, 7 de marzo de 2009

Negro, negras, negra.


Un bolígrafo sin tinta. Y los clamores del tintero clavándose en las neuronas de Ella.
La vida encapuchada se apoderó del tiempo para hacerse una casa con su yugular.
Y el reguero de recuerdos rojos y pequeños momentos galácticos conducían sus pies morados hacia el lugar donde no existe la inexistencia.
Y a punto de comprender microscópicamente las partículas minúsculas que formaban su reloj de fluido circulante, la nada captó todos los colores de la luz que entraba por sus ventanas.
Se reflejaron, finalmente, todas las pasiones muertas.

domingo, 1 de marzo de 2009

Pedazos esparcidos


Tus manos acariciando el blanco incesante
De unas teclas que van a morir

En segundos que se me antojan dispares.

Tú sonríes deslumbrando mis retinas.

Cuando me desgarra tu pulso,

Y me llenas de corazón y me vacías de vida

Levitan los recuerdos en nubes de un sillón.

El salitre rojo y gris bajo la nada

Amordazando con el todo a la llenazón.
Siete minutos y cuatro raíles después,

Las palabras como estacas

Dando besos de tornillo a mis traspiés.

Con una mano estúpida en la seguridad

Y un ciento en la torpeza;

Siendo un gramo de sal en pleno mar,

Me quiebro, dejando los pedazos absurdos

En un suelo más que insuficiente,

Que es vacío si borras de tu cara mi mundo.

Los pulmones estallando en ahogos floreados,
Las entrañas como peces sin un agua,

Cuando te cuelgas de mis brazos mutilados


No me mire, no me clave las pupilas en la sangre.

No le beso, no le incrusto la boca en la esperanza.
Yo me pierdo, yo me escondo en algún lugar de mi desastre.

Estrellas que regalan su tiempo al Infinito