lunes, 9 de noviembre de 2009

Fluorescencia con los ojos cerrados

Frenó en seco al haber aparecido una idea, aparentemente certera, dentro del cesto de las mentiras sucias. "La existencia del individuo consiste en una sucesión irregular de etapas que va superando; una progresión de pequeños universos camaleónicos con el paso de los años. Pero presiento que uno de ellos coexiste con otro."
Sólo hay una burbuja de aire donde debería haber un castillo encantado con princesas y monstruos feos y malolientes. Una o gran parte de su infancia se quedó sin escribir. No sabe si hubo un borrador de lo que iba a ser y no fue, pero palpa que ese capítulo fantasma convive con el resto de su novela.
Llegar a este encuentro intelectual con el pasado fue una absoluta casualidad: una génesis fruto de la unión entre un movimiento rectilíneo y constante y una voz mecanizada con intención de comunicar cuál va a ser la próxima parada.
La reflexión se presentó como un flash raudo y emocionante, y pudo dejar caer un manto negro sobre los pensamientos más lógicos que respecto al tema, y hasta el momento, se habían establecido como las anotaciones indelebles e inapelables de su pasado. Ahora, ya en frió y superada la excitación emocional surgida de la gesta de la elucubración genial, se inicia en el proceso de equilibrio entre lo banal y lo útil contenido ahí. Es inservible referirse al pasado, en cuanto a que que físicamente no puede vivir para atrás, y lo es, aún más, cuando conceptúa que el segundero se merendó millones de segundos antes de reproducir los actuales. Sin embargo, es jugoso resolver las cegueras vitales; unas cegueras que, en su partida, se olvidan una maleta con el futuro de Ella rodado en Panavision y un neceser cargado de los cosméticos pro-arrugas necesarios para perseverar la completitud y la superación del abanico de vivencias de cada suspiro del tiempo.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Todavía no ha encontrado el cubo de los lápices y los bolis. Ni siquiera queda el rastro permanente de algún Edding a punto de secarse, o de algún rotulador de color que hubiese quedado vivo tras haberse restregado felizmente sobre papeles algunos meses atrás.
La arena del desierto se parece a su cabeza, y Ella es como un cáctus que, a veces, es más espejismo que cáctus en sí. Un objeto verde con pinchos, en ocasiones pincha y otras resulta ser abierto en canal por Black&Deckers' que, inexplicablemente, habitan entre las dunas. Así es la vida desértica.

miércoles, 22 de julio de 2009

Abracadabra


Los asientos del coche permanecían inmóviles y serenos pese al girar de las ruedas, que, lejos de marearlos, querían acabar con el cansancio extremo que inhibía sus huesos pesados. De pronto, los altavoces se alzaron en armas y tornaron sus tímpanos en rejillas talladas por la magia.
Después de un viaje infinito, nueve días calurosos con sus ocho noches de inconsciencia, el ánima se disponía a ahogarse de nuevo en la crueldad de las estaciones de tren y en los malogrados andenes impacientes...hasta que aquellas vibraciones construyeron el mismo mensaje en ambos cerebros. El momento, tan breve como la caída de una bola de plomo sobre la arena, fue el destello por excelencia. Alguien apuntaba sus latas pupilas con una linterna de desmesurada intensidad. Sus pestañas se esposaron y el gesto de asombro, como un paraguas del revés, reinó en el tiempo justo que requiere la pronunciación de once palabras: la distancia no tiene importancia si acaba donde empiezan tus pies.
Se enseñaron los dientes, el gusto por la canción de autor y la fe en la magia. Hoy aboga por la magia, que, sin varitas ni secretos de poca monta, tiene el poder de desmelenar al asombro.

domingo, 14 de junio de 2009

Espía de sus artes


Las hojas de la piscina flotaban ajenas a la gravedad que hace caer. El agua, exuberante de cloro, intentaba separar sus moléculas de las partículas que formaban la saliva de Ella. Se habían perdido los límites que separaban ambos fluidos tras haber movido el cabello de Él con un batir infinito de pestañas ligeras.
Él se alzaba a la luz de la Luna, al borde de un depósito de líquido que brillaba insinuante. Ella menguaba. Menguaba, y el césped se tornó en sequoias en cuestión de segundos. Pese a la minucia de tamaño del momento, siguió taladrando ganas a modo de poro en la piel de Él, mientras éstos se empapaban de pequeñas gotas que caían fruto de una tormenta de verano.
La brisa fresca rondaba sus piernas suaves, descuidando las barreras que marcaban unos pantalones algo más que cortos. Ella se acomodó; se recostó sobre la tierra húmeda apoyando su cabeza sobre una semilla y dejándose engatusar por el efluvio de la sensación engendrada por aquella circunstancia. El olor a lluvia se impregnaba en su pelo, y sus soles sacaban el máximo provecho al minúsculo espacio que se abría entre la hierba para continuar la persecución de los gestos de Él.
Sus pupilas esprintaron queriendo atrapar la sangre del dueño de aquellos visajes. Finalmente, éstas se anclaron al torrente rojo. Él se sobresaltó, y saltó. Brincó hacia dentro; hacia donde Ella se almacenaba a sí misma. Surgió, así, una maravilla camuflada en esencia ajena, y una esencia ajena emebelesada por una gran maravilla.

lunes, 25 de mayo de 2009

Rosas enardecidas



El momento fue como son las narices de payaso. Ella, como una cobra, empezaba a vender su piel al medio. Mientras, Él recogía ésta del suelo haciendo del colchón una vía de cuero, deslizante de sudor y aire sin dueño. Las ventanas ya no herraban el decoro en sus huellas dactilares. Éstas soportaban sin plañido la belicosidad de los dedos que las poseían, pues las hacían estrellarse contra carne ajena, roja y embriagada de minutos de contención.
Ella comenzaba a regalar sus complejos a la almohada; a desleírse en la sangre del somier. La galaxia se limitó a ser unos párpados que brillaban a la sombra del fulgor del vello, y se retorcían impacientes en nombre del libertinaje.
Eclipses. Eclipses de blancos y negros. Eclipses de existencias.
Las neuronas sollozaban, escupían clamores de lasitud; sensaciones oportunistas se habían convertido en su única ocupación. Entre tanto, las venas, proyectándose a mil kilómetros por hora, comenzaban su singladura, disfrazadas de rosas que nada temen; de rosas enardecidas.
Él ya ignoraba la palabra pausa, y borraba ágilmente los parapetos de sus caderas, escrutando un espiral infinito teñido de complicidad. Cuando quisieron otear el vórtice al que viajaban fugazmente se percataron de que las paredes y los ojos se habían vuelto incongruentes, dejando la cordura en manos de piernas; en manos de piernas que habían perdido el habla... y la decencia.

sábado, 25 de abril de 2009

Su depósito en azules

Una ráfaga de viento le hizo sobrevolar todos sus defectos, flotando en nubes de tiempo absurdo transcurrido. Jugaba a las damas con los errores que más de una vez le habían ganado al ajedrez, comiéndose la torre, ya en ruinas, en la que se escondía, y el caballo de hierro sobre el cual cortaba el aire de las inmediaciones de su vida fragmentada.

El polvo de estrellas que cubría su piel se besaba con el vapor de los universos de algodón, a fin de tapar sus ojillos de papel y su piel errante tatuada de alcoholes abrasadores. Volando; levitando, dejaba caer rotas aguas de mar que brotaban del temor de sus pupilas, y tristes jirones de entrañas secas y retorcidas. Bajo el brazo, Ella asía con fuerza un calcetín plagado de promesas y de metas cansadas de esperar al atleta. De pronto unos vientos intensos e inesperados soplaron desgarrándose los pulmones y haciendo que Ella cesase la contemplación de sus defectos a vista de pájaro, para comenzar con la observación del mundo aquel que abandonó y el que hoy se mete en su cama. El primero, giraba constante y alimentaba con sustratos de besos y latidos a las flores, que hasta el último momento habían permanecido erguidas, y que no podían evitar ruborizarse cuando una mano enamorada rozaba la mano de Ella.

Clavando el iris de sus pequeñas ventanas del alma en su planeta actual, no hacía más que sentir escalofríos que, aun cálidos, se apropiaban de la independencia de la piel, haciendo que el vello tuviese voz e incluso voto. Denotaban con su rectitud el abanico de miedos que se encaraban ante ellos, y ante el propio centro de su única propiedad: su cuerpo. El querer fluía como la lava corroyendo venas y arterias, sembrando de pánicos el universo de la sangre y obstruyendo el pequeño órgano que le daba la vida.

El corazón, bombeante, se echaba las manos a la cabeza mientras Ella respiraba, ahogándose este rojo en el universo, también rojo, que le daba la vida, y recibiendo no más que mareas de agua salada que lo inhibían a cada segundo. Era Ella que, como la Luna, hacía elevar las olas hacia las estrellas, plasmando en las mareas la añoranza y la tristeza, ambas fabricadas con los más selectos rayos de oscuridad y vacío. Después de haber oscilado y hecho equilibrio entre los dos mundos que la sostuvieron mientras borraba su razón y abusaba del sentimiento, se plantó como una flor marchita en uno de ellos. Este elegido, era indescriptible, impensable e infinito. Era sostenido por un sin fin de acordes, que seguros marcaban el camino de la complicidad; de los deseos cumplidos; del calor de vientre materno. Ella comenzó a echar las raíces de paz y esperanza al son de una melodía infinita, que coloreaba sus pétalos cada día un infinito más.
Y fue así como Ella cayó desde las nubes de tiempo absurdo hasta el cielo.

domingo, 19 de abril de 2009

Incongruente inciso


Oda a la vida que va de notas;
Que va de notas sin hacernos ovejas.
Y sin balar quiero vivir.

Degustando la fiebre que hoy me aturulla
Y sin aguantar que me esquilen en primavera.
Me da miedo,
Pavor,
Y no quiero.

Ésto no es un do; no es un re.
Es un resiste el dolor
De ver disiparse los deseos
En un gris que es el cielo
Y peor no puede estar.

Ansío disfrutar de mis tragedias exageradas;
De los dolores de riñón;
De los días sin cruzar palabra,
Porque es abominable
Que aumenten los milímetros de Mercurio
En un recipiente a volumen constante
Que tiende a estallar

Este cúmulo de palabras
Para nada sirve y sin envergadura existe,
Pero es, en tanto que es,
Fruto de un tecleo esporádico y absurdo
De botones que no llevan a ninguna parte.

viernes, 10 de abril de 2009

Verde de arte y estela de estrella

El verde es jergón desprendiendo olores a lluvia, a tierra y a permanencia. La maraña, la tela de araña que araña sus entrañas con extraña maña.
Los tallos sujetan flores que asemejan diamantes de arte. Las mismas bellezas se posan en los hilos que adormecen sus sentidos, y mueven martillos que percuten en las fibras que forman, con delicadeza, el constante corazón de Ella. El notable bombeo se ancla en las manos infinitas de Él, para adherirse a los mil relojes que condicionan su existencia, buscando matar sus mecanismos. Mueren con ellos el verbo echar y todas sus conjugaciones, llenándolo todo de un más que no resta.
Él toca el cielo, bajando nubes para Ella o subiéndola al infinito. Él toca el cielo. Él huele a cielo. Él sabe a cielo. El cielo.
Los campos sangran cuando sus años pasan, aptando su voz a los rugidos de diente de león, y dotando de alas a pensamientos incapaces de caber en ninguna galaxia. El timbre es de muebles de arte. El raciocinio es estela de estrella añeja. De estela de estrella añeja, que ciega, que inunda, que ensordece, que embelesa...en el cielo de la noche de San Juan.

martes, 7 de abril de 2009

Su Filofobia

Mientras todo apagado, reconoce más sus partes feas.
Es su incapacidad, no puede hablar de Ella.


Siempre había esperado tener mucho más de lo que ha alcanzado.

Es su incapacidad; no sabe ganar así.
No puede hablar de Ella.


Después será ya tarde.

No puede soportarlo, y sigue.

Y sigue convencida, y sabe que es por ahora,

Que ya no es tarde.

Dile que no...

Después será ya tarde.
No puede soportarlo, y sigue.

Y sigue convencida, y sabe que es por ahora,
Que ya no es tarde.

Dile que no...

Dile que no...

Dile que no.


Filofobia - Los Piratas

domingo, 22 de marzo de 2009

Peldaños de ascenso infinito


Las paredes respiraban, mientras dejaban escapar el sonido del fluir de la sangre por sus venas. Fue cuando Ella se sintió como se sienten las obras de arte. Percibía un oleaje de blancos que se asían a su piel, acompañados de entes de ébano y alas batientes en armonía. Éstos se agrupaban de cinco en cinco sobre el terreno, que cada vez más iba tomando el color de la Luna.
Pájaros de cántico galano.

Ella acogía en sus cielos cabellos lánguidos del color de las tierras puras de vida. En ese instante ésos mismos fueron sometidos al caminar del viento, que transcurría en dirección contraria al trote acompasado de un corcel. Se tornaron invictos como las crines melódicas del cuadrúpedo.
Cuerdas de alarido sereno.

La penumbra hacía cosquillas sobre sus pies, que sonreían sin parar mientras besaban la tierra en la que Él también pisaba.
Besos de quereres bitonales.

Los poros de Ella se alineaban lentamente, dando lugar a un pentagrama que, con afecto, daba cobijo a pequeñas crisálidas de tacto y sentidos. A un paso de la primavera, se abrían dichas maravillas para dejar escapar dos mariposas delicadas y primorosas. Éstas se proyectaron fugazmente hacia el lucero cuyo fulgor las había embelesado en las tardes de juegos de Venus.
Sol de brillo prolijo.

sábado, 7 de marzo de 2009

Negro, negras, negra.


Un bolígrafo sin tinta. Y los clamores del tintero clavándose en las neuronas de Ella.
La vida encapuchada se apoderó del tiempo para hacerse una casa con su yugular.
Y el reguero de recuerdos rojos y pequeños momentos galácticos conducían sus pies morados hacia el lugar donde no existe la inexistencia.
Y a punto de comprender microscópicamente las partículas minúsculas que formaban su reloj de fluido circulante, la nada captó todos los colores de la luz que entraba por sus ventanas.
Se reflejaron, finalmente, todas las pasiones muertas.

domingo, 1 de marzo de 2009

Pedazos esparcidos


Tus manos acariciando el blanco incesante
De unas teclas que van a morir

En segundos que se me antojan dispares.

Tú sonríes deslumbrando mis retinas.

Cuando me desgarra tu pulso,

Y me llenas de corazón y me vacías de vida

Levitan los recuerdos en nubes de un sillón.

El salitre rojo y gris bajo la nada

Amordazando con el todo a la llenazón.
Siete minutos y cuatro raíles después,

Las palabras como estacas

Dando besos de tornillo a mis traspiés.

Con una mano estúpida en la seguridad

Y un ciento en la torpeza;

Siendo un gramo de sal en pleno mar,

Me quiebro, dejando los pedazos absurdos

En un suelo más que insuficiente,

Que es vacío si borras de tu cara mi mundo.

Los pulmones estallando en ahogos floreados,
Las entrañas como peces sin un agua,

Cuando te cuelgas de mis brazos mutilados


No me mire, no me clave las pupilas en la sangre.

No le beso, no le incrusto la boca en la esperanza.
Yo me pierdo, yo me escondo en algún lugar de mi desastre.

lunes, 23 de febrero de 2009

Los destellos de bohemia de Luis Ramiro



Y soy un actor trágico
Y estoy rígido y lánguido
El papel es esperpéntico
Me toca hacer de estúpido otra vez
Rompo un espejo, sin querer, del callejón del gato




Esdrújulo - Luis Ramiro

domingo, 15 de febrero de 2009

Jirones de exigencias de la piel

No la mire; no la clave sus pupilas en la sangre.
No le besa; no le incrusta la boca en la esperanza.
Ella se pierde; Ella se esconde en algún lugar de su desastre.

viernes, 6 de febrero de 2009

Incolora, inodora, inexistente


Vacío. Ni canicas ni entrañas, simplemente vacío.
Nada. Nada sobre sus manos; nada que ofrecer.

Sólo nada la soledad a favor del bruxismo que ha sustituído al latido de su corazón. Y demasiado humana, ya no es ni siquiera ser. Encarcelada en las placas de ateroma que hay entre el mundo y su existencia, no actúa porque Ella ni siquiera forma parte del verbo
ser. Por vivir ya ni muere; por hinchar sus pulmones ya ni siente. Por correr sufrió la perforación de su punto débil, a manos de la tribulación.

Quería perseverar en saltar las vallas insolentes que entorpecían el andar de sus piernas, y castigaban con balas sus ganas de todo. Buscaba en los socavones, hechos mano a mano entre sus torpezas e indecisiones, motivos con suficientes horas de gimnasio como para empujarla cuesta arriba sin que rodase de nuevo hacia abajo, como una pelota de bagatelas absurdas.

Redoblaba la hostilidad de puertas para dentro, y caían mundos de punta al cruzar la puerta y respirar el aire de la sierra de Madrid, que sólo imponía oquedad sobre la patria de sus entrañas. Ella andaba sobre cristales, en lugar de hacerlo sobre las baldosas amarillas, que cierto día le prometieron ciertas dieciocho primaveras cuando se introdujeron en su pequeña inmensidad. El camino no era más que aquella realidad que un buen día se vio agujereada por infinitos pedazos de vidrio, que saltaron del estallido se su alma.

El crisol de dientes que podría dejar asomar por su precipicio, en el cual se había despeñado una y mil veces, habíase convertido en la ceniza de un equilibrista emocional. Su piel había dejado de ser pálida como un recuerdo sin nombre, para colorearse de los matices de un desasosiego estrangulador.

Ella perdió su verdad; su etiqueta; su posición; su Ella. En el espacio en el que supuraba la herida de su corona de espinas sólo quedaba la baldía sombra de su consecución de inexistencias.

sábado, 31 de enero de 2009


Uno, dos, y hasta tres mundos cayeron encima de Ella. Suerte que, tras ser arrollada, cayó justo dentro del saco de Él. Éste lo ató con un lazo de color y se lo llevó a la espalda en busca de un tic-tac más acogedor.

lunes, 26 de enero de 2009

Niña tortuga

Cuando por fin Ella creía haberse comprometido eternamente con la indiferencia de puertas para dentro, descubrió que sus manos de nuevo empezaban a temblar, cual canica que cae desde las inmediaciones del Sol hasta la misma tierra que nos sostiene.

La ansiedad y el agobio se habían acomodado de nuevo en cada rincón de su piel, y a pesar de ello, Ella tiraba de sí misma como podía mientras seguía guardándole fidelidad a su destino. Pero había algo que, aun habiendo resisido en Ella los últimos meses sin suponer un suplicio, empezaba a pesar. Era esa misma indiferencia con la que compartía más de un rato de conversación; un ciento de segundos y momentos vividos en ellos. En unos minutos había caído sobre sus impotentes pies, como si fuera de plomo, impidiéndole andar y permitiéndole sólo hacer trepar por su garganta clamores procedentes de ciertos estallidos internos.

Todo lo que Ella decidió meter en sobres y almacenar en un cajón de madera de ébano por evitar derribos entre sus cuatro paredes, parecía haber cobrado vida y haberse escapado de éste, mientras Ella, cegada, miraba a la realidad con mejores ojos que en otros tiempos. Aquello volvió a su vida en forma de las oscuras golondrinas que Ella tanto había podido apreciar, desde el día en que se le otorgó el privilegio de poder interaccionar con el aire circundante.

Ahora, sólo queda una coraza. Una coraza que, buena o mala, siempre había sido óptima para Ella, y para guarecer sus sentimientos de mercurio de continuas granizadas verbales y emocionales.

domingo, 25 de enero de 2009

Cerrado por derribo

Clavados en la realidad, los pedazos de su alma de cristal.

jueves, 22 de enero de 2009

Dos polos hoy

Una grapa clavada en la planta del pie; un corazón garrapiñado; un traspiés de recuerdos inquietos. Ella: bipolar y congelada, abrochando botones incesantes, que aprovechan de manera pertinaz para escapar de sus ojales. Pero en silencio; su silencio; el que aparece con su asedio.


Ella funciona fuera de casa, mas cuando entra por la puerta, le llueven mil paredes. Hoy la mente, más demente que nunca, y en un momento demencial, se imantó al rondarle una pesadilla del pasado. Andaba, y agitaba la cabeza, negando y corriendo a la contra. Finalmente, sentada, empezó a esconderse bajo mil escusas no más pesadas que efímeras. Sus dedos paseantes, se abrigaban para otro garbeo por los botones del teléfono, mientras Ella empezaba a notar el quebranto de su parte en el actual idilio.


Imagen de: coool-pics.blogspot.com

sábado, 17 de enero de 2009


Callada estaba Ella mientras leía las palabras de su alrededor. Parecía como si aquella bestia, que nunca estuvo muy cerca suyo, se hubiese metido debajo de su piel y anduviese representando barbaries y espanto bajo relieve.


Al introducirse en la cama, no tenía fuerza ni para arrastrar el edredón y así guarecerse del frío. Su tamaño sólo le permitía amarrarse a una esquina de la manta y tirar, hasta adecentar el lecho que le iba a permitir escapar de la prisión de verbal realidad; aquella en la que se había visto sumida tras lo sucedido.


No habiendo pasado ninguna hora sin pensar en aquello, y en cómo éso era capaz de decapitar vidas y corazones, amaneció una mañana. Ella se introdujo bajo el agua, dejando que la paz penetrase por los poros de su piel, y deslizar aquello que atormenta por las noches, hasta desaparecer por el agujero negro del desagüe.


Cuando se dio de bruces con la realidad que más de una y un millón de veces la había atribulado, notó que una de sus rosas había alcanzado el cielo, desigual a la otra flor. Después de los minutos empleados durante los últimos días en la consideración de la trascendencia de los actos de tal monstruosidad, sintió sobre su piel, aunque desatinadamente, la herida abierta por la bestia.


Elucubrar era inevitable para Ella en ese momento. Estaba segura de estar actuando de una manera egoísta y exagerada, mas aun creyéndolo ilógico, no podía zafar ese pensamiento. "¿ Y si...?" - pensaba. Corrió a informarse y con la boca aún más minúscula, volvió a formularse la misma pregunta.


Rieles para encauzar sus cavilaciones. Éso, junto con tiempo y exámenes a los pétalos de su flor, era lo único que podría poner sobre su rasguño, que aun pudiendo ser imaginario, necesitaba de algo que apaciguase la supuración emocional.

domingo, 11 de enero de 2009

Situación instantánea - Situación inducida

El sudor que emanó de su piel mientras cargaba costosamente el primer ladrillo de su pared de estabilidad, hizo que Ella guardase el corazón en una caja de madera.


Tras los largos períodos vividos en los que el cansancio se anclaba en su reloj mientras lo buscaba, no estaba dispuesta a volver a tener que esperar a que la Luna le trajese un nuevo órgano hecho de polvo de estrellas, estando Ella hecha polvo.

Ahora yace en el más septentrional extremo de la cama, cubierta por los recuerdos que lucha por coleccionar y con la nueva situación levitando justo en frente suyo. Ésta, que desde hace algún tiempo no hacía más que brillar y brillar, había vendido su fulgor a las etiquetas y se mostraba agresiva. Ella, tapando sus las ventanas de su cara con sus manos impotentes, temía la nueva situación, mientras ésta estiraba sus brazos con el afán de enredarlos en su cuello sin contemplaciones. Después de estrujar los párpados, Ella quedó infinitamente anulada.

Dos caminos embarrados. Dos solamente. Uno, y en el que le está permitido caminar con zuecos, es esperar a que la nueva situación recupere su magia y riegue las rosas que lleva consigo. El otro, recto mas sucedido de infinitas ciénagas, cuenta con la ventaja de llevar un mapa. Ella teme este último sendero, pues ya lo vivió y salió desencantada. Sin embargo, sigue protagonizando sus momentos de caída y hundimiento, impulsándola levemente a precipitarse al fondo de las arenas movedizas de los verbos querer y tener.

jueves, 8 de enero de 2009

Después de cuatro besos bien dichos se dieron cuenta de que el mar había salido de las caracolas, para oírse dentro de sus bocas.

miércoles, 7 de enero de 2009

Rellenando su bidón


Se retuercen sus arterias sólo de pensarle. Insuficiente es el aire que a bocanadas trata de hacer preso para sobrevivir. Él está ahí, robándole vida y sentimiento; besos que tarde o temprano se anclarán en un metro cuadrado, y como equilibristas, harán una torre infinita y roja.

Veinticuatro horas: una eternidad. Trescientas sesenta y cinco eternidades al año. Una eternidad de años por delante. Ella se encargó de atrapar el azúcar que caía de la sombra de Él, hasta el punto de llegar a poder endulzar los infinitos tragos amargos que puedan sucederse por el camino, y está feliz. La llenazón vuelve a casa después de mucho tiempo vagando por las calles inciertas del extrarradio de su pequeña inmensidad interior.

Ella tensa sus labios y muestra al mundo sus dientes irregulares sin complejo. Es la estampa sincera que nunca había osado a asomarse pisando tan fuerte como esta vez, por ese huequecillo que existe en cada uno de los corazones bombeantes del universo. Pero es Él que, supetidado a su enorme alma, yace junto a Ella, pellizcando con edulcorantes sus profusos mofletes hacia las estrellas.

Y cuando ya ha vivido y sonreído durante veintitrés horas y cincuenta y nueve minutos, Ella y las bagatelas que la conforman se deslizan sin pausa hacia las otras 24, que esperan pacientes a quien que les dé forma. Así, cada día es una obra de arte, realizada para recordar aquella que fue el día anterior.

Ella y Él siguen de la mano. Saltando sobre corcheas y letras sin miedo al vacío, y con un único destino: el infinito.

martes, 6 de enero de 2009

La maravilla, tan leve como innata,
Al relente de la noche quiso embelesar
Haciendo de las estrellas un mismo mar,
Y del mar lo que en mí se desata
Al inyectar tus ojos en los míos.

Estrellas que regalan su tiempo al Infinito