jueves, 25 de diciembre de 2008

Equi- ¿Qué?


Más pequeña que nunca. Su alma reducida a una milésima de quark. Sus ojos, la parte más infinitamente minúscula de algo infinitamente minúsculo. "Todo me queda demasiado grande"- suspiraba mientras nadaba. Te quieros a ambos lados de la cuerda que necesitaba para salvarse, la misma que se enredaba a cada instante en los arrecifes de ganas que quedaban bajo su abdomen. Aún más abajo, fragmentos de los naufragios cargados de desaliento y desolación. El equilibrio vociferando en silencio desde el otro mundo del océano, mas ausentándose las burbujas vivarachas y propias de dicha actuación. Las corrientes migraron, guardándolo todo en sus maletas corroídas, emociones incluídas. Pero algo se les olvidó: los resquicios de la degradada sonrisa de Mona Lisa. Éstos, cubiertos de plancton a más no poder, bailaban al son de los peces en el agua con actitud pícara. Ella había de tratar de alcanzarlos todos y recomponer perfectamente esa sonrisa pasajera y engañosa, antes de que sus reservas respiratorias menguaran hasta desaparecer. Sólo así conseguiría preservar su entereza, gozando de la energía suficiente para proseguir aleteando. ¿Llegará algún día al lugar cuyas tierras la difundían señales insonoras?

miércoles, 24 de diciembre de 2008


Ahora huele a su persona.
Y ahora todo está disperso en el tiempo. Se desintegró el lazo que mantenía compacto todo lo que Él y Ella eran, y sólo es metralla. Una metralla cuyo destino está en lo más infinito, y que Ella tratará de atrapar con sus manos errantes para conservar al menos unas miguitas de aquello que fue.
Anoche contaron los cometas que la encontraron arrastrándose sobre la faz de la Tierra, buscando a tientas y ansiosa algo que no parecía encontrar. No se dio por vencida y continuó su búsqueda con la misma intensidad, mientras sus rodillas sangraban ya del roce con el suelo. Tras sucederse el saludo del quinto rayo enviado por el Sol al amanecer, la Luna, a punto de marcharse al nórdico, puso la mano sobre su hombro y le sugirió tenuemente que había de descansar y curarse los rasguños. Ella sintió un escalofrío al sentir ese susurro. Lentamente levantó la cabeza, deslumbrando a la Luna con el reflejo de aquellos rayos de la mañana desprendidos de su tez cansada. Tras un largo silencio de incertidumbre, Ella trató de despejar sus ojos a la vez que su pulso tamborileaba inconstante. Sin apenas abrir la boca trazó el motivo de su desvelo: buscaba un corazón. Ese rojo no era más que el suyo mismo, aunque se conformaba con encontrar algún pedazo de lo que fue antes de ponerse el Sol. La señora Catalina, no dejó de asombrarse en tanto que sentía su alma estrecharse. Antes de marchar, le hizo una promesa: toda la Vía Láctea se encargaría de encontrar aquello que Ella perdió, antes de la siguiente puesta de Sol. Pero no sólo éso. En el caso de que no fuesen capaces de hallar un sólo pedazo de su corazón, le sería otorgado uno hecho de polvo de estrellas. Y con esas palabras efímeramente esperanzadoras, la Luna partió.
Ella está sentada en el borde del tejado, con sus rodillas aún sangrantes y ofreciendo alojamiento a pequeñas golondrinas en sus ojeras. Se ha refugiado en el aroma de su persona, mas cada minuto que pasa es un escalofrío; cada hora supone un mayor oscurecimiento de sus labios, adquiriendo tonos cada vez más morados mientras sus dientes chocan a cada segundo. Se está poniendo el Sol, y la Luna aún no ha llegado.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Post-it's

Las ovejas. El lenguaje buase. Málaga. Renfe. El sushi. El teatro. Los pantalones de rayas. El Rast. La habitación del estudio. La indecisión. El Corte Inglés. Los besos de gnomo. Plaza Castilla. Oh Sole Mío. Los espaguetis Marco Polo. Las facturas de teléfono. La estación de Chamartín. El olor a babas. Las luchas mañaneras. Los bailes. El salmón. Faime. Los frutos secos. El llavero común. El cine en V.O. Los cierres de Pull. Los anacardos. Los retrasos. Los taxis iguales. Mi timidez. Tu graduación. El Mégane. La vida pequeña. La bola pequeña. Las camisetas blancas. 212. Tu sofá. Lucas. Las sudaderas de rayas. Las clases de conducir. Las cucharillas de la guantera. El hábito. Las relaCCiones. Las borracheras de ilUsion. El cerdipino. Nick Lachey. La paciencia. Here without You. Las caquitas de perro. Las palmeras de chocolate. Los jarrones de tu cuarto. Los pájaros mojados. Los paquitos. El Cookie Monster. La curva con túnel en la salida de Sinesio Delgado. La cama plegable. Los rodillazos en el culo. El abuso de manta. Tus vacunas de la alergia. Mis piedras en el riñón. Tus empachos a mayonesa. El abrazo de bebé. Los toques a las ocho menos veinte. La rutina. Las prisas. Los express. Los chupa-chups de fresa. El portátil que te debo. Los chistes de Luisón. Las sorpresas. El Zara de Orense. Los puntos negros. Coger prestados tus pantalones. Los yogures. El 147. El 27. La tarta Duom. Los derechos de imagen. Las fotos. Los besos de mariposa. Tus pestañas kilométricas. Las cosquillas. La boya. Los 30. Tus dientes de sierra. Mi asimetría. La graduación de Rocío. Häagen Dazs.
Tú. Yo.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Good bye, Miss Medicine.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Embelesos

Con la mente como pétalos de margarita, en la nube de las mil maravillas y los infinitos sentimientos. Pegadas las pestañas, besándose unas a otras y fundidas en una sola hilera. Cayendo desde la eternidad hasta la ingravidez. Siéntelo.
Deja que entre en ti. Es ese aroma, que busca desesperado encontrar su sitio dentro de todo lo que eres, después de haber abandonado su idílico paraíso. Ese olor que rema a favor de tu respiración, entra por tu cuerpecito y se bifurca una vez dentro. Parte de la esencia fluye lentamente hacia tu cabeza y se hace notar allí, golpeando siempre dos veces en la puerta de tus ideas. El otro haz de esencia tiene un trayecto imperceptible, pues nadie sabe cuán veloz y ansioso desciende hacia el rincón más íntimo del alma. Vívelo.

Estrellas que regalan su tiempo al Infinito