miércoles, 22 de julio de 2009

Abracadabra


Los asientos del coche permanecían inmóviles y serenos pese al girar de las ruedas, que, lejos de marearlos, querían acabar con el cansancio extremo que inhibía sus huesos pesados. De pronto, los altavoces se alzaron en armas y tornaron sus tímpanos en rejillas talladas por la magia.
Después de un viaje infinito, nueve días calurosos con sus ocho noches de inconsciencia, el ánima se disponía a ahogarse de nuevo en la crueldad de las estaciones de tren y en los malogrados andenes impacientes...hasta que aquellas vibraciones construyeron el mismo mensaje en ambos cerebros. El momento, tan breve como la caída de una bola de plomo sobre la arena, fue el destello por excelencia. Alguien apuntaba sus latas pupilas con una linterna de desmesurada intensidad. Sus pestañas se esposaron y el gesto de asombro, como un paraguas del revés, reinó en el tiempo justo que requiere la pronunciación de once palabras: la distancia no tiene importancia si acaba donde empiezan tus pies.
Se enseñaron los dientes, el gusto por la canción de autor y la fe en la magia. Hoy aboga por la magia, que, sin varitas ni secretos de poca monta, tiene el poder de desmelenar al asombro.

Estrellas que regalan su tiempo al Infinito