miércoles, 26 de noviembre de 2008

Se terminó

- ¿Ya no hay más Sandra?

- Algo tiene que quedar. ¿No hay en la nevera?

- No, no hay nada.

- Mira a ver en la despensa. Creo que quedaba algo.

- No, ya he mirado. No queda.

- Sabía que iba a llegar el día en que se gastase.

- Bueno, no pasa nada. Me haré unos huevos.

domingo, 23 de noviembre de 2008

No sé nada. No sé ni siquiera si lo que siento ahora mismo es rabia, dolor o impotencia.
Si fuese por mis dedos, en esta entrada sólo podría leerse la palabra "JODER" infinitas veces en infinitas líneas.

Sé que es ciertísimo que somos puras pequeñeces en el mundo...pero de ahí a ser una millonésima parte de un punto y seguido, hay un trecho. Hoy mi cuerpo estaba allí, cumpliendo con lo prometido, pero yo andaba por ahí supeditada a la ingravidez de mi espacio mental; sintiéndome completamente fuera de lugar.

Mi espacio mental; el espacio. El espacio es un lugar donde nada y todo tienen cabida a la vez. Como parte del todo, estas en el espacio como tal; hay constancia de que estás ahí. Sin embargo, cuando se habla de la nada, se habla de lo insignificante que puedes llegar a ser en un espacio tan grande.

Hoy ha vuelto a pasar lo que pasa siempre. He salido de mi nave con mi ceñido traje de astronauta, marcando mi espantosa figura. Una vez en el exterior, me he elegido el movimiento del vaivén A, fruto de la ingravidez, para observar mi pequeña estrellita luminosa, que tanto me gusta tener cerca. Cuando al fín he conseguido ubicarla y después de un rato, he empezado a dejar de percibir el fulgor de mi astro. Sabía que era él quien me quitaba la vista, él; el de siempre. El brutal astronauta, enfundado en una gruesa indumentaria y una escafandra archiguay, ambos de borreguito, que le proporcionaban algo de calor en el frío lugar (mientras mis deditos de los pies me pedían de rodillas que volviese a la nave o morirían congelados), estaba ahí otra vez. Ahora bien, no andaba por esos lares campando a sus anchas ni siguiendo uno de los vaivenes espaciales infinitos, no; decidió que era el día del vaivén A. Así pues, otro día más me he quedado sin ver mi pequeña bombillita natural.



Espero que en mi próxima excursión al espacio, el vaivén del archiastronauta y el mío no sean el mismo, como lleva siendo desde hace un tiempo. Si no, tendré que escaparme cuando todas las naves estén en los garajes de los planetas, brindando un dulce sueño a todo el resto de astronautas, para salir y pasarme las horas muertas cegada por el brillo de esa estrella.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Soliloquio

- Buenas tardes, Soledad. Desde que te conozco no dejamos de encontrarnos. ¿Cómo va todo? Imagino que tan bien como siempre. He oído que a pesar de la crisis, aún conservas tu trabajo, y me alegro un montón. La verdad es que tu labor es realmente meritoria. Me quito el sombrero al ver cómo acompañas a la gente en su día a día, compartiéndolo todo, y durante largas temporadas.
El otro día me puse a recodar. Se me vino a la memoria lo mucho que te gustaba el mar, con su sal, su agua...Y cómo lo intentabas acercar siempre a quienes hacías compañía; ¡tanto, que hasta podías ver el agua y la sal en sus rostros!
¿Sigue llenándote de estupor que los que en ti confían no hagan otra cosa más que estar a tu lado? Era algo que antaño repetías continuamente, y no dejabas nunca de asombrarte por ello. Lo cierto es que debes ser una auténtica droga, para que la gente no haga otra cosa más que estar contigo...
Ay, Soledad...es sorprendente que a pesar de vivir casi en mundos diferentes nos encontremos tan frecuentemente, ¿no crees? ¡Si casi te veo más a ti que a mis vecinos de al lado! Pero bueno, oye, así no se me olvida nunca quién eres.
Pero, ¡qué diablos, Soledad! Creo que ha llegado el momento de empezar a contarte lo que relamente pienso de ti. Lamento cada mañana haberte invitado a tomar un café en mi casa aquel día. Desde entonces, no has hecho más que aparecer en mi vida, hablándome sin cese de tu amado mar y haciendo que hasta se derrame de mis ojos. ¿Ahora qué? ¡Ahora ya no hay vida! ¡Todos los peces que nadaban por mis tripas están en el suelo muertos! Ha llegado el día en que sólo soy la estúpida que pasa las tardes a tu lado mirándote y sin hablar, para ver si te irritas, te sientes ignorada y te marchas de una vez, cerrando mi puerta por fuera. No quiero verte más. Quiero dormir y amanecer al día siguiente con tu ausencia, dejando mi puerta cerrada a tus reclamaciones y silenciando mis oídos ante tus pasos. Deja que entre el Sol por mis ventanas; que circule el aire limpio por mi vida, y que pueda escuchar algún que otro "¿Qué tal estás?", que no proceda de tu boca embaucadora. Déjame intentar brillar. Aunque me digas que no puedo hacerlo y yo esté también segura de ello, ¡sólo quiero probarlo! Ansío ver lo que se siente en el intento. Píntame una sonrisa como la que tenía, antes de irte hoy. Es lo único que me hace falta para seguir adelante, y tú me la borraste siguiendo tu idea de que las sonrisas son sólo un conjunto de dientes, y no una expresión de optimismo y alegría.
Es todo, Soledad. Sabes que siempre intento ser sincera. Dime lo que piensas, pero no me hagas más daño, por favor.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Él, su persona y ella.

Ansío un beso de él.
Pero yo daría mi sangre por su persona.

Después de haber ingeniado un plan para acabar con la salida de mi cerebro por mis orejas, me he visto incapaz de cumplirlo. Descompuse mi alma en tres fuerzas: la suya, la mía y la de él, con el objetivo de que cada una tirase para su lado, pero he acabado igual que al principio; siendo regida por la resultante, otra vez.
Ayer empecé viéndolo todo más claro; sentí que su fuerza y la mía predominaban, comenzando a anular la fuerza de él. Pero el sentimiento se mantuvo hasta que cayó la noche, y después de ver Buscando a Nemo, decidí meterme en la cama, donde me tapé con mi nórdico hasta las orejas y dejando un huequecito para la nariz, como siempre. El hecho de no dormirme instantáneamente me sorprendió per se, aunque fue el sentimiento de querer un beso de él lo que me llevó a dar mil vueltas en la cama, cual péndulo de reloj cuyas agujas giran del revés y se enloquece.
-¿Por qué?- Me pregunté repetidamente. ¿Por qué tenía que sentir esa necesidad irrealizable, que no hacía más que desviarme del camino correcto, el cual ya estaba empezando a enfocar en el horizonte?
Las respuestas se ausentaron toda la noche, y de hecho, siguen sin aparecer. A veces pienso que es posible que estén escondidas, riéndose a carcajadas de mi inexperiencia, indecisión e inseguridad. Otras veces, que no aparecen porque no existen, estableciéndose como solución a los devaneos la mera degradación y putrefacción de las preguntas que me surgen.

Si es ésa la solución, será cuestión de tiempo el hecho de que desparezcan, aclarándose las aguas de mi mente, en las que a día de hoy, es imposible visualizar el fondo. Si no es así, acabaré incrementando mi ya existente locura exponencialmente, hasta alcanzar límites inexpresables.

jueves, 13 de noviembre de 2008

La vida te da sorpresas

Todo lo que está sucediendo esta semana roza ya la incredulidad.
La situación de fondo es horrible, e incluso me ha hecho ausentarme de las clases...Pero la Melodía Infinita y las palabras de una Reportera increíble han rellenado mi bidón de felicidad hasta los topes. Estoy profundamente emocionada, e infinitamente agradecida.
Ésto está siendo algo muy importante para mí.

Gracias, otra vez.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Él es

Él es...especial.

Empieza siendo él mismo, afinado o desafinado, y acaba de la misma manera. Es como una camiseta sin estampar, que pega con todo y te hace sentir lleno el armario, aunque sólo cuelgue ella en el perchero. Es esa que cuando se te rompe o desgasta, te hace entristecer, porque aun siendo lisa, jamás volverás a encontrar una igual.

Siempre te va a sorprender y te va a alegrar el día. Cuando menos te lo esperes abrirá su boca y dejará volar el comentario, que por primera vez en las catorce horas que llevas despierta, consigue tersar tu ceño. Es la infusión, el candelabro y el gorrito con pompón de cada noche.

Persigue sus sueños inocentemente, con una red y como si fueran mariposas. No le importa si no puede llegar a ver aquella tan bonita que todo el mundo dice ver; él simplemente disfruta en el intento, y observa algunas que le llenan tanto o más de lo que lo haría la más bella.

Es un recurso infinito. Siempre tiene algo que regalar, y va a a tenerlo hasta el final. No te priva de nada, y se dobla siete veces con tal de poder ofrecerte una visita, una sonrisa o una palabra. Consigue arrancarte de cualquier mal, invitándote a llegar hasta donde él está esperándote, para que contemples el fuego de la hoguerita que ha preparado para ti.

Él es como la Luna. Un ser que te alumbra y te acompaña en cada noche, bellísimo, y que muy pocos tienen el placer de admirar su grandeza de cerca. Es una Luna, que pronto se rodeará de alguna estrella brillante, capaz de acceder a su lado oscuro, While his guitar gently weeps.

martes, 4 de noviembre de 2008

Se perdió el amor; se acabó la fiesta. Ya no anda el motor que empuja la Tierra. La vida es un chiste con triste final; el futuro no existe, pero yo le digo:

Todo me parece bonito.
Hay veces que es preciso engañarse para poder continuar, por mucho que te digan que no.

Estrellas que regalan su tiempo al Infinito