sábado, 25 de abril de 2009

Su depósito en azules

Una ráfaga de viento le hizo sobrevolar todos sus defectos, flotando en nubes de tiempo absurdo transcurrido. Jugaba a las damas con los errores que más de una vez le habían ganado al ajedrez, comiéndose la torre, ya en ruinas, en la que se escondía, y el caballo de hierro sobre el cual cortaba el aire de las inmediaciones de su vida fragmentada.

El polvo de estrellas que cubría su piel se besaba con el vapor de los universos de algodón, a fin de tapar sus ojillos de papel y su piel errante tatuada de alcoholes abrasadores. Volando; levitando, dejaba caer rotas aguas de mar que brotaban del temor de sus pupilas, y tristes jirones de entrañas secas y retorcidas. Bajo el brazo, Ella asía con fuerza un calcetín plagado de promesas y de metas cansadas de esperar al atleta. De pronto unos vientos intensos e inesperados soplaron desgarrándose los pulmones y haciendo que Ella cesase la contemplación de sus defectos a vista de pájaro, para comenzar con la observación del mundo aquel que abandonó y el que hoy se mete en su cama. El primero, giraba constante y alimentaba con sustratos de besos y latidos a las flores, que hasta el último momento habían permanecido erguidas, y que no podían evitar ruborizarse cuando una mano enamorada rozaba la mano de Ella.

Clavando el iris de sus pequeñas ventanas del alma en su planeta actual, no hacía más que sentir escalofríos que, aun cálidos, se apropiaban de la independencia de la piel, haciendo que el vello tuviese voz e incluso voto. Denotaban con su rectitud el abanico de miedos que se encaraban ante ellos, y ante el propio centro de su única propiedad: su cuerpo. El querer fluía como la lava corroyendo venas y arterias, sembrando de pánicos el universo de la sangre y obstruyendo el pequeño órgano que le daba la vida.

El corazón, bombeante, se echaba las manos a la cabeza mientras Ella respiraba, ahogándose este rojo en el universo, también rojo, que le daba la vida, y recibiendo no más que mareas de agua salada que lo inhibían a cada segundo. Era Ella que, como la Luna, hacía elevar las olas hacia las estrellas, plasmando en las mareas la añoranza y la tristeza, ambas fabricadas con los más selectos rayos de oscuridad y vacío. Después de haber oscilado y hecho equilibrio entre los dos mundos que la sostuvieron mientras borraba su razón y abusaba del sentimiento, se plantó como una flor marchita en uno de ellos. Este elegido, era indescriptible, impensable e infinito. Era sostenido por un sin fin de acordes, que seguros marcaban el camino de la complicidad; de los deseos cumplidos; del calor de vientre materno. Ella comenzó a echar las raíces de paz y esperanza al son de una melodía infinita, que coloreaba sus pétalos cada día un infinito más.
Y fue así como Ella cayó desde las nubes de tiempo absurdo hasta el cielo.

domingo, 19 de abril de 2009

Incongruente inciso


Oda a la vida que va de notas;
Que va de notas sin hacernos ovejas.
Y sin balar quiero vivir.

Degustando la fiebre que hoy me aturulla
Y sin aguantar que me esquilen en primavera.
Me da miedo,
Pavor,
Y no quiero.

Ésto no es un do; no es un re.
Es un resiste el dolor
De ver disiparse los deseos
En un gris que es el cielo
Y peor no puede estar.

Ansío disfrutar de mis tragedias exageradas;
De los dolores de riñón;
De los días sin cruzar palabra,
Porque es abominable
Que aumenten los milímetros de Mercurio
En un recipiente a volumen constante
Que tiende a estallar

Este cúmulo de palabras
Para nada sirve y sin envergadura existe,
Pero es, en tanto que es,
Fruto de un tecleo esporádico y absurdo
De botones que no llevan a ninguna parte.

viernes, 10 de abril de 2009

Verde de arte y estela de estrella

El verde es jergón desprendiendo olores a lluvia, a tierra y a permanencia. La maraña, la tela de araña que araña sus entrañas con extraña maña.
Los tallos sujetan flores que asemejan diamantes de arte. Las mismas bellezas se posan en los hilos que adormecen sus sentidos, y mueven martillos que percuten en las fibras que forman, con delicadeza, el constante corazón de Ella. El notable bombeo se ancla en las manos infinitas de Él, para adherirse a los mil relojes que condicionan su existencia, buscando matar sus mecanismos. Mueren con ellos el verbo echar y todas sus conjugaciones, llenándolo todo de un más que no resta.
Él toca el cielo, bajando nubes para Ella o subiéndola al infinito. Él toca el cielo. Él huele a cielo. Él sabe a cielo. El cielo.
Los campos sangran cuando sus años pasan, aptando su voz a los rugidos de diente de león, y dotando de alas a pensamientos incapaces de caber en ninguna galaxia. El timbre es de muebles de arte. El raciocinio es estela de estrella añeja. De estela de estrella añeja, que ciega, que inunda, que ensordece, que embelesa...en el cielo de la noche de San Juan.

martes, 7 de abril de 2009

Su Filofobia

Mientras todo apagado, reconoce más sus partes feas.
Es su incapacidad, no puede hablar de Ella.


Siempre había esperado tener mucho más de lo que ha alcanzado.

Es su incapacidad; no sabe ganar así.
No puede hablar de Ella.


Después será ya tarde.

No puede soportarlo, y sigue.

Y sigue convencida, y sabe que es por ahora,

Que ya no es tarde.

Dile que no...

Después será ya tarde.
No puede soportarlo, y sigue.

Y sigue convencida, y sabe que es por ahora,
Que ya no es tarde.

Dile que no...

Dile que no...

Dile que no.


Filofobia - Los Piratas

Estrellas que regalan su tiempo al Infinito