lunes, 26 de enero de 2009

Niña tortuga

Cuando por fin Ella creía haberse comprometido eternamente con la indiferencia de puertas para dentro, descubrió que sus manos de nuevo empezaban a temblar, cual canica que cae desde las inmediaciones del Sol hasta la misma tierra que nos sostiene.

La ansiedad y el agobio se habían acomodado de nuevo en cada rincón de su piel, y a pesar de ello, Ella tiraba de sí misma como podía mientras seguía guardándole fidelidad a su destino. Pero había algo que, aun habiendo resisido en Ella los últimos meses sin suponer un suplicio, empezaba a pesar. Era esa misma indiferencia con la que compartía más de un rato de conversación; un ciento de segundos y momentos vividos en ellos. En unos minutos había caído sobre sus impotentes pies, como si fuera de plomo, impidiéndole andar y permitiéndole sólo hacer trepar por su garganta clamores procedentes de ciertos estallidos internos.

Todo lo que Ella decidió meter en sobres y almacenar en un cajón de madera de ébano por evitar derribos entre sus cuatro paredes, parecía haber cobrado vida y haberse escapado de éste, mientras Ella, cegada, miraba a la realidad con mejores ojos que en otros tiempos. Aquello volvió a su vida en forma de las oscuras golondrinas que Ella tanto había podido apreciar, desde el día en que se le otorgó el privilegio de poder interaccionar con el aire circundante.

Ahora, sólo queda una coraza. Una coraza que, buena o mala, siempre había sido óptima para Ella, y para guarecer sus sentimientos de mercurio de continuas granizadas verbales y emocionales.

2 Comments:

andrés said...

Que linda historia, realmente me gustó mucho, escribes muy bien, saludos!!!

Mitomante said...

Hola, soy nuevo en esto de los blogs pero ya llevo bastante tiempo escribiendo, me ha encantado tu forma de escribir, me gustaria enlazarte en mi blog y que tu me enlazaras en el tuyo :P como una forma de promocionarnos el uno al otro, necesito encontrar lectores >_<
Espero tu respuesta :P

Estrellas que regalan su tiempo al Infinito